jueves, 2 de octubre de 2014

02 X 2014 Amor de verano

Una vez tuve un amor de verano, fue cálido, luminoso y breve; fue como una mentira que se convierte en ficción, en cuento por su pura forma. Tuve un amor de verano, nació y murió entre clases, sin obligaciones, sin tareas, sin pretextos ni compañeros. No sé ni siquiera si murió en serio o si sólo pasó, si sólo vino y partió como parte el día en la tarde. Creía que esas cosas no existían, que el amor no nacía en días, que uno no amaba en un ratito, que la vida no cambia en tres semanas.
Tal vez mi falta de ingenuidad me cegó ante el milagro.
El amor siente debilidad ante el verano. Uno no se enamora igual en otoño como en verano. El otoño parece más bien una promesa de olvido o un gusto que se convierte en refugio. La metáfora obligada al caer de las hojas evoca el dejar ir, el perder. El frío anunciado, los vientos resentidos son la misma nostalgia que se rememora afanosamente, que se repite en parques vacíos, que se pierde en besos extrañados. El otoño es un memoria que se repite anualmente, una larga agonía. Es muerte larga que no llega y sus amores son pacientes, incautos, locos que no saben qué pasa. Enamorarse en otoño es un fiesta privada que apenas se celebra. Por algo no haya amores de otoño, estos no tienen la intensidad del sol ni la promesa de la primavera. No son luz sino sombr larga y en ellos duerme una esperanza silenciosa que perdura por no andarse con aspavientos.
Enamorarse es invierno, en cambio, es un acto de resistencia poética, es un desafiar de viento y frío. Es gritar al aire que se está vivo, refugiarse en el calor de un beso, hibernar en la solitaria compañía de un amante. Es la rebelión de los románticos, de los cínicos, de los faltos de fe que terminan todos siendo uno, siendo dos que se encuentran y se aman y se cuidan. Se velan los sueños las noches largas, cada vez más largas.  Yo amo amar en invierno, jugar al ser sol entre sábanas, calentar el corazón que se tiene en las manos, tomar café con vaho y mirarle esos ojos que me matan. El amor de invierno es vulnerable y nadie le hace frases, películas ni canciones. No se habla de él para no recordar que a veces lo mata la soledad y el frío, que a veces muere, que a veces no es resistencia sino memoria poética. Amar en invierno es una gimnopedia y un suéter a rayas.

No me importa el amor de primavera, eso es para los que no saben amar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario