jueves, 2 de enero de 2014

Digo que no puede decirse el amor....

Dicen que no puede decirse el amor, que se come como un pan, que aturde como un panal, que se llora como a un  muerto y que, como la vida, es mortal.
Dicen que amar es la alegría de, una alegría unida a la idea de su causa.
Dicen que amor es preocuparse por el otro aún en la tormenta y que es recuerdo en la calma. 
Dicen que no puede decirse el amor pero no dicen si puede aprenderse. 
Un día yo aprendí el amor, lo aprendí sin saber si lo aprendía se día o si llevaba años aprendiendo en los parques, las calles y tranvías. Lo aprendí sin saber si era ensayo o imitación de una vida de querer amar, de querer querer como sólo se ha de querer un par de veces en la vida. 
Y quise y amé como si se me fuera la vida en ello y se me fue un poco, como si entre un par de pasos se pudiera recorrer todos los caminos.
Quise amar como se ama en las grandes novelas románticas y en las rosas y en las contemporáneas, como se ama en los tiempos de cólera o como amaba Don Quijote a Dulcinea. Me aferré a amar como se ve en las películas de niñas, como dicen que no puede amarse los desencantados, como reniegan los cínicos, como temen los débiles. Me esforcé por amar como quería que me amaran, como debía amarse para morir en el intento y así me amaron.
Me amaron con miedo en la tempestad y con fuerza a media noche, con fuego en la sangre y frío en el reproche. Fui la princesa de los cuentos, la musa de las poesías, la lujuria de las promesas más terribles. Fui sonrisa tierna al despertar, erección en las madrugadas, abrazo en las noches y juegos en el atardecer. Fui tanto como uno puede desear ser y más. Fui deseo y fui arrepentimiento, fui lo que no se quiere ser: tormento de error, miedo de perdón, desdén obligado con reproches. Fui torpeza, terquedad y miseria pura y trágica.
Fui lo que no se puede aprender en toda la poesía ni en las canciones, llanto vivo y menguado por las horas, temblor en la voz y la espalda a la que ya no se acude por consuelo. Aprendí, entonces, el rojo vivo del recuerdo y lo sufrí, sufrí como lección eterna, como clase sin fin. Huí como tarea no terminada y no encontré consuelo ni plazo para reconfortarme y aprendí lo que no quise aprender.
Dicen que no puede decirse el amor y dirán también que no puede aprenderse pero se puede, no sé cómo ni cuándo pero se puede. Se aprende como se aprende a caer de los patines, como se aprende a reconocer una torcedura, como a perdonar un error propio. Se dice como se dicen las buenas noches cuando hace frío y no se siente, como se dice perdón y se siente, como se dice nada y se entiende.
No sé cuándo no cómo pero aprendí que el amor es este suave vacío del recuerdo, esta sonrisa de la paz perdonada, la paz de la soledad temida y amiga al fin.
Aprendí y sé bien que el amor se dice, se aprende pero, sobre todo, se enseña.