domingo, 21 de noviembre de 2010

20XI10

Palabras de niños

El lenguaje es el medio por el cual el ser humano se comparte, explica, desdoble y expone. Es la herramienta con la que, en un principio, comunica y un elemento por el que más tarde se identificará: el mundo es palabra, signo y significante. Así, la aprehensión del lenguaje se convierte, primero, en una parte esencial para la supervivencia, un medio para un fin, sin embargo, no es difícil que las palabras se constituyan pronto en un fin mismo, que ellas representen algo con un valor propio. Del éxito de los primeros encuentros del niño con el lenguaje podría depender después su acercamiento con otras abstracciones de la realidad y con otros lenguajes que enriquecen nuestra vida.

Para este éxito, es necesario explotar las funciones del lenguaje relacionadas con los diferentes elementos del acto comunicativo: emisor, receptor, medio, lenguaje mismo o mensaje. Depende de cual de estos elementos sea al que se la da mayor importancia la forma en la que se puede abordar su análisis y ejercicio, la capacidad para enfatizar uno u otros se adquiere en de maneras diferentes. La primera aprehensión del lenguaje es un proceso meramente icónico, relacionado con un proceso de nomenclatura del mundo, el entorno del acto comunicativo es lo importante: es cómo nombrar “eso” o “aquello”. Luego viene el uso del lenguaje como medio de expresión, es decir, lo que siente, desea o necesita, por lo que la atención se centra en el emisor. De manera natural se aprende también, más tarde, a poner énfasis en el receptor de nuestro mensaje, es un aprendizaje necesario para la vida en sociedad pues de él depende nuestro éxito social. Por otra parte enfatizar el mensaje, el medio o el lenguaje es más complicado pues requiere más reflexión y creatividad.

Los primeros encuentros con estas funciones no se dan de manera espontánea ni fortuita sino que deben ser introducidas por un tercero lo que es una de las mayores complicaciones para que lleguen a los niños. Sin embargo, este problema primigenio es el más reciente de todos pues este acercamiento se da por medio de las nanas, las rondas, las coplas, adivinanzas, refranes, dichos y otras manifestaciones. Antes de la aparición de los medios masivos de comunicación todas estas expresiones formaban parte de la educación del infante más como un medio de entretenimiento o de educación social que como un entrenamiento de apreciación artística, aún cuando son las introducen al menor con un uso no comunicativo del lenguaje, con una manifestación lúdica. Las palabras expresan pero a la vez invitan a la creación, a la rima y al juego. Incluso formalmente hablando, la composición de estos juegos de palabras es compleja, rítmica, regular, muchas veces terminan por ser objeto de estudiosos o tienen cierta carga histórica heredera de tradiciones. Por medio de estas expresiones el receptor centra la atención no en el mensaje sino en el medio, en las palabras en sí, ya que, a menudo, lo llamativo de estas manifestaciones radica en cómo se oye, así mismo marca la pauta para que también entienda una de las principales características de los textos literarios: que lo importante no es sólo lo que se dice sino como se dice. Es un primer paso para la comprensión del lenguaje poético.

La identificación del uso literario del lenguaje con las historias hace aún más importante la presencia del adulto para la relación. El adulto se convierte en el “mediador” o “animador de libros” y es él quien cuenta cuentos al niño, quien lo lleva al mundo de las historias. En la actualidad no es que los niños no tengan historias a su alcance o que no tengan sentido de la temporalidad de los eventos pues está acostumbrado a oír las descripciones que hacen sus allegados sobre lo que hacen así como tiene acceso a los medios de comunicación . El tipo de narraciones al que está habituado es diferente como también lo son los recursos que las sostienen. Oír o ver un cuento requiere que el receptor aplique todos sus sentidos, es hacer la costumbre de dedicar un momento específico sólo al lenguaje, sólo a entender y desarrollar una imagen en su mente. El mediador tiene la responsabilidad sobre cuántos cuentos le llegan y cómo le llegan, es el interlocutor con el objeto de lectura o la expresión literaria. En este caso es el mensaje el protagonista del acto comunicativo, lo que se dice sin importar quien lo dice, en apariencia. Con la introducción de las historias surge también otro problema, el de la imagen. Los niños no están acostumbrados a hacer sus propias imágenes sino que están acostumbrados a recibirlas ya digeridas y plasmadas por medios electrónicos que no deben ser santanizados ni prohibidos sino afrontados como parte de la nueva experiencia del niño con el mundo. Son imágenes gráficas acompañadas de diálogos, lo que los acerca más a la experiencia del teatro que a la literaria (aunque de ninguna manera sustituye al teatro pues éste tiene su propio lenguaje insistituible). Un infante tiene relación con programas de televisión, películas, video juegos, videos musicales y animaciones que le ofrecen historias también. El desafío es encontrar los medios apropiados para hacerle notar que él puede crear sus propias imágenes a partir de lo que oye y más tarde a partir de lo que lee así como hacerle notar que la lectura y la narración oral implican una simultaneidad que no se asemeja a la de los medios digitales sino que tiene horizontes y posibilidades propias, diferentes, accesibles sólo mediante el manejo del lenguaje. El adulto no tiene la obligación de acercarle estos usos sino, más bien, la posibilidad, depende en gran medida de su propia opinión sobre éstas experiencias el que se las procure o no al niño.

El dominio de las palabras, no obstante, no tiene (ni debe tener) como fin último el acercamiento con los libros pues ante todo deben ser éstas el medio de articulación de pensamientos que le permitan explicar y representar la realidad para comprenderla, abarcarla y, si se puede, modificarla.
Las palabras de un autor son la “radiografía” de su pensamiento, permiten al hombre reconocerse como semejante o diferente de otros, abre las expectativas y promueve la reflexión sobre la realidad del receptor, del emisor y de otras posibles. Permite asir el mundo por medio de la interpretación y reinterpretación, las cosas tendrán tantas caras como palabras para designarlas encontremos. Al final no es una cuestión didáctica sino humanística.