miércoles, 30 de junio de 2010

30VI10

Paciencia

Respirar profundo, levantar la mirada, levantar un poco el labio o girar la cabeza para esconder con disimulos alguna expresión son unos cuantos de los síntomas de no tener paciencia. Encontrar una razón poderosa para no reaccionar con total libertad no sólo requiere no sólo de paz mental o deseos de ser políticamente correcto sino un elaborado discurso filosófico ideológico con si mismo que puede no haberse a cabo aún.

La paciencia se puede esconder tras los motivos más ridículos en la vida diaria o se puede convertir en una elección de convicción casi irreverente.

Tomar la decisión adecuada o adecuarla al momento y situación demandante implica un riguroso análisis inmediato el cual no siempre está en condiciones de realizarse, posiblemente incluso se desarrolla demasiado tarde. De esta manera, cuando las situaciones que nos prueban se repiten, un mecanismo dentro de nosotros se despierta y puede hacernos inverosímil el hecho de que “aquéllo” siga molestándonos sin inmutarse al respecto o de que a nosotros siga importándonos. Rehacer el análisis, pero ahora enfocado en por que nos molesta, de nuevo requiere trabajo mental, una inversión de tiempo nada despreciable y cuestionar nuestra posición (lo que podría implicar otros exámenes a su vez). Al final toda evento en el mundo puede hacernos desear paciencia en cualquier momento, es inevitable, el mundo está lleno de cosas horribles, apestosas, repetitivas, poco creativas, absurdas, incómodas, inverosímiles, incorrectas y estrafalarias. Pero las personas no, detrás de tanto cuestionamiento podemos siempre podemos tratar de inferir por qué mierda hay que discutir.
En ese punto siempre me atoro, nunca sé por qué no se me permite sencillamente guardar silencio o sencillamente mandar al ex-compañero de diálogo a saludar a su madre.

martes, 22 de junio de 2010

32 VI 10

Primero.
Al aire libre.
Los lunares resaltaban como territorio no marcado. Eran puntos que unir con la mirada curiosa, ávida, resplandeciente ante tanta proposición indecorosa. La única forma de unir tantas marcas fue con más marcas. Los labios tronaron suavemente sobre cada uno, la cifra final no importó: terminaba en 7 y fue suficiente para que todo cediera. El impaciente deseo alimentado con besos de escalera, puerta, parque; los pocos robados entre libros; todos se desbalanzaron súbitamente cuando en algún momento se venció el rumor de timidez.
Fue robarle la confianza al morbo y ni así terminó en morbo aquéllo. La curiosidad reinó con su afán lúdico, dio un par de vueltas. Las miradas se guiaban en silencios y frases numeradas: fue un rato bien invertido en pintar estrellas con la piel y luego borrarlas con apretones y arrumacos que probaban distancias y permisos. Todo trotó en orden. El ambiente se saboreó con el aroma recién descubierto del sudor ajeno, olor que se grabó después indeleblemente pero que era, en ese entonces, un desliz de provocación. Fue la combinación perfecta, varios días, varias soledades. Los pormenores son más curioso que dignos de causar sobresalto, movimientos torpes que no se cuadran, las vueltas no pensadas y bien sentidas, risas aún nerviosas, era mucha experimentación con un tentar y regresar de olas, un estira y afloja lento y delicioso que se aflojó del todo con una sonrisa que inventamos para eso.

23 VI 10

Sólo le tomó un momento desnudarlo. Ahí, en medio de miles de personas, con un olor a humanidad y un calor de gente. Después de no verlo, cuando lo volvió a ver lo vio sin ropa.

***

Ésa era la expresión:
-Se ve que coge rico-
Cuando oyó la frase y lo vio, lo recordó tal cual lo había tenido unas horas antes.
--Pues...- fue la respuesta. Sí, lo hacía en realidad.
Era cosa de imaginárselo. Era cosa de imaginarse en serio.

viernes, 18 de junio de 2010

18VI10

Estoy triste, mucho. Soy un élitro mojado que se despinta. Nadie puede verlo, todo es a solas. Por primera vez no he levantado olas, no me he derrumbado frente al mundo, no he alzado la voz.Y es que no lo he visto, no he sabido nada de él, ni su voz, ni sus palabras en línea, ni sus opiniones en libros virtuales. No mensajes, no comunicación, ahora sí lo sé: del silencio ya no brotará complicidad alguna.