jueves, 13 de diciembre de 2012

Jueves por la noche


A mi bizcocho, mi primer lectora

Tengo miles de ideas en la mente, todo el tiempo se me ocurren cosas: ideas que pueden parecer buenas o malas desde un principio o que demuestran ser pésimas o excelentes más tarde. Muchas de ellas perecen casi después de haber nacido pero hay otras que rondan en la mente buscando ser desenrolladas. A veces imagino que son como una mosca en una paree que al tocarla se nos pega en el dedo, al tratar de alejarnos resulta ser una especie de listón que puede alargarse hasta hacernos nudo, enredarnos en sus implicaciones, atarnos hasta estrangularnos; otras son apenas unos centímetros de los que es mejor deshacerse cuando antes.

De cualquier manera, la mayoría de las ideas nunca verán el papel, ya que, aún cuando el ideador se las dé de escritor, éstas suelen escaparse sin importar si son simples o complejas, buenas o malas. Entonces la escritura se vuelve, a veces, un ejercicio de expiación de construcción sobre el vacío. A veces uno siente la responsabilidad de escribir sobre algo serio después de la culpa de escribir por catarsis, desahogo o, peor aún por aburrimiento. 

Sólo escribir, entonces, no nos hace ni ser ni sentir como escritores, es algo más que tiene que ver con esas ideas y con ese sentimiento que nos apasiona pero que no es una ni otra. Algo que tiene que ver con el compromiso de la hoja en blanco y la ansiedad de una servilleta o propaganda usada como papel reciclado. 

Tal vez escribir es un acto a la mitad entre dejarse llevar y llevarse. Uno debe asumir esta doble responsabilidad por lo que escribe y por lo que no, por las ideas que nos lo exigen plasmarlas y por las que nos exigen tanto a la hora de querer hacerlo.

De ahí que hoy inicie una columna. Siempre he creído que los columnistas tiene este doble premio y castigo de ser leídos y tener que escribir, que habrá semanas en las que agradezcan tener un lugar en el que dejar todos estos demonios que a veces nos persiguen, un cuarto donde encerrar sus monstruos y una vitrina donde exhibir sus alegrías. Tendrán, a su vez, terror por lo que se avecina, se esperen o no sus palabras, éstas tendrán que salir y ver la luz, buenas, malas, horrendas, sin inspiración y con todos sus defectos.

Yo nunca me digo escritora. Escritoras  Woolf, Castellanos, Sor Juana, Carrie Bradshaw y J.K. Rowling. Yo sólo escribo, a veces una vez al mes, otras una cada seis horas, a vece mucho, a veces poco a veces mal y otras peor. Escribo porque no sé cómo dejar de llorar, porque necesito que me escuchen, que sepan qué me hace feliz y qué he aprendido, qué me da miedo y qué anhelo 

Escribo porque es un expresión muy democrática: todos aprendemos a escribir pero a dibujar, a componer o  a esculpir sólo algunos. 

Escribo y escribiré. Ahora cada jueves. Escribiré para leerme, para calmarme, para estresarme y para jugar pero sobre todo para escribir.

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