Sembré una flor en cada herida
de tanta herida, sembré un jardín
de ese jardín nace una dicha
que aunque es dicha y no pena,
no siempre sabe cómo reír.
Con este llanto que es de alegría
y esta flor, de este jardín,
me cuido y me desvelo
oliendo plásticos y jazmín.
Porque tanto mi dicha, como mi pena
siempre están juntas sin dirimir
sin separase ni reprocharse
siempre juntitas en el jardín.
Y con mil flores, de mil heridas
decanso frágil en mi jardín
porque tanto las flores como las penas
igual me hacen soñar a morir.
Que son mis flores todas juntitas,
en los mil ramos de mi jardín
que me recuerdan que de estas penas
igual pude volver a vivir.
Y con lágrimas riego sus hojas,
con mis manos revuelvo su paz
y con gusto cuido los brotes
de alegrías que ya nacerán.
Porque con flores de tantas heridas
un prado llegué a cubrir
un campo que es mi refugio
en el que llegar a dormir.
Llegar a descansar la frente,
a oler y a sentir el dulzón
sabor de mil flores que el aire
riegan sin pena con su verdor
y se llenan de vida y de ojos
que ansían el suave fulgor
de tantas flores que bailan
como si no fueran ellas dolor.
Dolor que ya murió y ahora baila
mil llantos y una canción
que se repite tranquila y sonríe
viedo tanta, tantísima flor.
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