domingo, 12 de diciembre de 2010

12XII10

Claro, el frío es excelente pretexto para la inactividad y para hacerme de la vista gorda con el necesario baño diario, como si la mugre se me pegara menos con las bajas temperaturas. Todo se me entume ante la primer tentativa de falta de movimiento, anta la falta de acción, lo que, a su vez, me incita a moverme menos. Los día como hoy me deprimo, me falta la fuerza para soportar los sabores de vida. Días como hoy me faltan las fuerzas para saber si lo que hago es correcto, barthes tiene razón cuando dice algo así como que el amante siempre duda. Cada que amo me desvelan las dudas, las intrigas, el temor de que pueda doler ya duele por sí mismo. Son las consecuencias no gratificantes de entregarme al ideal, de dejarme ir por la pasión, la locura, la entrega. No me arrepiento, por lo general. Pero hay días que pierdo la calma, como si caminará lejos de mí para ver que más hay y me dejara sola un rato. En esos ratos encuentro monstruos en los calcetines, siento serpientes en el roce de las sábanas y de entre los sueños me asciende a la garganta una sensación de estrépito escondido. No sé lidiar con ello, pasan los años y de repente me encuentra el miedo en el peor momento, en la soledad. Y no encuentro consuelo en nada, y busco en la desesperación un poco más de angustia para ver si se contrarestan, y llego a pensar en soluciones prohibidas, regañadas, culpables. Es cuando cometo más errores.

Asumo el temor como parte de mí, como parte inseparable de mi desbordad felicidad, del entusiasmo en el que me refugio cuando puedo, de la sonrisa franca que me alumbra de vez en cuando. Aún así, siempre hay un poco de miedo en mi valentía.

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