miércoles, 30 de junio de 2010

30VI10

Paciencia

Respirar profundo, levantar la mirada, levantar un poco el labio o girar la cabeza para esconder con disimulos alguna expresión son unos cuantos de los síntomas de no tener paciencia. Encontrar una razón poderosa para no reaccionar con total libertad no sólo requiere no sólo de paz mental o deseos de ser políticamente correcto sino un elaborado discurso filosófico ideológico con si mismo que puede no haberse a cabo aún.

La paciencia se puede esconder tras los motivos más ridículos en la vida diaria o se puede convertir en una elección de convicción casi irreverente.

Tomar la decisión adecuada o adecuarla al momento y situación demandante implica un riguroso análisis inmediato el cual no siempre está en condiciones de realizarse, posiblemente incluso se desarrolla demasiado tarde. De esta manera, cuando las situaciones que nos prueban se repiten, un mecanismo dentro de nosotros se despierta y puede hacernos inverosímil el hecho de que “aquéllo” siga molestándonos sin inmutarse al respecto o de que a nosotros siga importándonos. Rehacer el análisis, pero ahora enfocado en por que nos molesta, de nuevo requiere trabajo mental, una inversión de tiempo nada despreciable y cuestionar nuestra posición (lo que podría implicar otros exámenes a su vez). Al final toda evento en el mundo puede hacernos desear paciencia en cualquier momento, es inevitable, el mundo está lleno de cosas horribles, apestosas, repetitivas, poco creativas, absurdas, incómodas, inverosímiles, incorrectas y estrafalarias. Pero las personas no, detrás de tanto cuestionamiento podemos siempre podemos tratar de inferir por qué mierda hay que discutir.
En ese punto siempre me atoro, nunca sé por qué no se me permite sencillamente guardar silencio o sencillamente mandar al ex-compañero de diálogo a saludar a su madre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario