una vez un día
que el mundo no se acabó
se torció todo una tarde
y se ocultó raudo el sol
se enfrío aquel verano
y todo llenó de pavor
un día muy tormentoso
en el que el mundo no se acabó
No fue un día como cualquiera
sin duda uno mucho peor
que muchos que se han vivido
con tremendo tormentón
que todo mundo negó con las nubes
arrriba causando tensión
ruidos y mil truenos
que buscaban granchaparrón,
fue una tarde que fue tormenta
que fue una lluvia con apagón
fueron mil gritos y sombrerazos
el día que el mundo no se acabó.
Y fueron montones y montones de olas
y millones de litros de aquél monzón
que era terco y sin consiencia
de que tanta agua ahogaría al mejor
de todos los marineros
que en la tormenta encuentran valor
para tratar de calmar las olas
con las razones del corazón
del que cree que hay agua que baña
y tormentas que dan calor
pero que no era aquél ese caso
de esa tormenta
que tan sólo sabía
que quería causar terror.
Y fue esa tarde de todo mojado
con las lágrimas de quien a vabor
ve en su balsa con dos remitos,
que se avecina el gran azulón
azul eterno insondable
de lo que no tienen razón,
ni pensamiento ni sentimientos
tan sólo ganas de sembrar horror
de hacer llorar a los que osen
lenvantar una balsa sin su bendición.
Fue un día muy largo largo,
tal largo que fue mucho más
que una noche muy larga y eterna
en la que todos se fueron al mar
a probar el agua salada,
a sentir el terrible temor
de que aquella sería la tormenta
que a todo hundió sin temor.
Fue un día tan largo tan largo
y más larga la noche de él, la noche muy noche y oscura
y que siempre dará de temer
de recordar las olas y la angustía
de sentir la noche nudosa
del día ese que nunca fue
el día que no se acabó el mundo
pero sí dio mucho que pensar y preveer
que las tormentas no piensan
no planean
sólo le levantan y fingen ser
lo que acabará con el mundo
lo que con agua lo hará arder.
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