martes, 22 de julio de 2025

23VI25

 cada noche me faltan las horas

de sentarme un rato en el rincón 

en el que cada que me acurrurco

encuentro siempre un dulce calor

que me acompaña y me calienta

con un suave sutil sabor

que se me deshace en esta boca

que se me seca sin tu picor


Cada noche mientras escribo, 

y llega la aurora con su rumor

de olas de pajaritos

que despiertan con buen humor

que sin falta me recuerdan

con sonidos de flor que son

los soniditos qque escucha

el que enamorado tiene  el amor.


Oigo con risa los suavecitos

ruiditos del despertar

de la mañana que ya anticipa

que muy prontito vendrá a llegar

que los madrugadores apenas vienen

que los primeros ya empezarán

a lidiar con un día que otros

un poco hemos de postergar

que al menos por un capricho

empezaremos un poco tarde y mal


y en esa hora bien tempranito

se me viene el antojo terrible y cruel

de este delirio que me duerme juntito

apenas en el cuarto, no éste, aquél

que el la pared que tengo veo y que toco

que envidiosa me aleja de este vicio tan fiel

que se me antoja muy de mañana

que se me antoja pa poseer.


Suevecito me asomo al cuarto de al lado

y con cautela lo miro volver

a no saber que anda causando

mil desvelos y desvaríos por cien

que unos metros todas las horas

un poco antes de amanecer

lo están deseando gozosas

mil voces dkscokaa

que se me suben y me repiten

que es tan fácil como correr

despacio bien despacito

a ocupar el hueco aquél 

que de calor me llena muy siempre

y que quiero llegar a beber

a saborear hasta que me sacie el hambre

que ayer sólo era antojo muy fiel

pero que siempre terminan por ser

ganas voraces y peligrosas

por despertar el sueño aquél 

del justo y merecido

pero sabroso también

del antojo que está durmiendo 

sin saber nunca que de él

se están escribiendo unos versos

para no irlo a bien comer. 

 y los días se hicieron eternos en un instante

200725

 una vez un día

que el mundo no se acabó

se torció todo una tarde

y se ocultó raudo el sol

se enfrío aquel verano

y todo llenó de pavor

un día muy tormentoso

en el que el mundo no se acabó


No fue un día como cualquiera

sin duda uno mucho peor

que muchos que se han vivido

con tremendo tormentón

que todo mundo negó con las nubes

arrriba causando tensión

ruidos y mil truenos

que buscaban granchaparrón, 

fue una tarde que fue tormenta

que fue una lluvia con apagón 

fueron mil gritos y sombrerazos

el día que el mundo no se acabó.



Y fueron montones y montones de olas

y millones de litros de aquél monzón

que era terco y sin consiencia 

de que tanta agua ahogaría al mejor

de todos los marineros 

que en la tormenta encuentran valor 

para tratar de calmar las olas

con las razones del corazón

del que cree que hay agua que baña 

y tormentas que dan calor

pero que no era aquél ese caso

de esa tormenta

que tan sólo sabía 

que quería causar terror. 


Y fue esa tarde de todo mojado

con las lágrimas de quien a vabor

ve en su balsa con dos remitos, 

que se avecina el gran azulón

azul eterno insondable

de lo que no tienen razón, 

ni pensamiento ni sentimientos

tan sólo ganas de sembrar horror

de hacer llorar a los que osen

lenvantar una balsa sin su bendición. 



Fue un día muy largo largo, 

tal largo que fue mucho más

que una noche muy larga y eterna

en la que todos se fueron al mar

a probar el agua salada, 

a sentir el terrible temor

de que aquella sería la tormenta

que a todo hundió sin temor.


Fue un día tan largo tan largo

y más larga la noche de él, la noche muy noche y oscura

y que siempre dará de temer

de recordar las olas y la angustía 

de sentir la noche nudosa

del día ese que nunca fue

el día que no se acabó el mundo

pero sí dio mucho que pensar y preveer

que las tormentas no piensan

no planean

sólo le levantan y fingen ser

lo que acabará con el mundo

lo que con agua lo hará arder.