martes, 19 de noviembre de 2024

191124

Se me fueron los hombres de la vida

se me fueron o los dejé ir, ya no sé

un día estaban todos comingo

y al otro ya no están aquí.


Estaba rodeada de ellos, jugando siempre a la par

pero se fueron como barcos pequeños, que suben un día a la mar.

Eran todos perfectos en mi paciencia

tan fáciles siempre de amar

que no me paraba ni un momento

a ver si en ellos podía confiar.


Pero pasaron los años, y encima el amor terrenal

las lecturas, las terapias y la autoestima

que a todos deja parados mal.


Poco a poco menos chistes que reírles

menos olvidos que soportar

menos favores que hacerles

y menos ganas de maternar.


Poco a poco me iban cansando

de tanto reclamo sin notar

que andaba cuidando los novios

que no tenía ni quería amar.


Uno que esperaba

la suerte un día tener

de coger sin consecuencias

si se dan las cosas un poco bien.


El otro que necesitaba 

despensa un día y el otro también, 

un día ayuda con la barrida

y mucho o poco quehacer

pero además con la osadía

de siempre opinión tener

en todos mis asuntos y mil quejas

de todo lo que llegara a hacer.


Uno más que se proyectaba

y mil corajes llegaba a tener

porque mi novio no le gustaba

porque era novio que el no llegaba a ser

para la mujer que lo había dejado

sin perdonar el descuido aquél

de no bañarse nunca ni un poco

ni saber cuando debía ceder.


Uno por allá que se volvió loco

amaneció un día sin ton ni son

con ganas de violentar morras

con la mente de depredador.

A ése ni dudas, mejor lejos

aunque su recuerdo fuera dulzón, 

ni cómo decir que no era

cuando mil veces sacó el temor

de ser monstruo un poco guardado

muy por debajo en el corazón.


Y así mejor ya ni buscarlos

que en estos tiempos me da pavor

dejar que entre a casa otro hombre

a romperme otra vez el corazón

porque les quise mucho mucho

sin dudas y con candor

con el candor de la que cree

que los hombres quieren mejor.

Pero un día me di cuenta

de que en esta casa se está mejor, 

sin sus voces ni sus desplantes, 

sin sus abandonos ni desazón

de no ser a los que quisimos

pues eso eran puro vapor.